Creemos que hablar sobre felicidad nos invita a hacer un viaje en el tiempo y podemos observar que es una de las búsquedas más humanas que nos acompañan desde la antigüedad. 

Si bien existen muchas definiciones, una gran variedad de “tips”, incluso apps que enseñan a ser feliz, la realidad es que todo eso está en la periferia y es ahí donde la vorágine del cambio genera vacío y necesidad de gratificaciones instantáneas.

Parafraseando a Kierkegaard, la felicidad es una puerta que se abre desde adentro, aquello que se conecta con lo valioso de nuestra vida, con lo que nos apasiona, y bucear en esa profundidad nos permite acercarnos a referentes japoneses que la definen como IKIGAI, la intersección de 4 áreas: lo que amas, lo que haces bien, lo que el mundo necesita y por lo que te pueden pagar.

Otra forma de conectarnos con la felicidad personal como hemos señalado en otras oportunidades, es “ser nuestra mejor versión”. Según la psiquiatra Marian Rojas Estapé: “Tu mejor versión sería una suma entre los conocimientos, lo que aprendes, lo que estudias, lo que sabes, más el proyecto de vida, es decir, tener metas en la vida, saber hacia dónde te diriges, más la voluntad, es decir, esa capacidad de posponer la recompensa inmediata. Todo eso multiplicado por la pasión. La pasión multiplica, el resto suma. ¿Qué es la pasión? La pasión es poner el corazón en lo que uno hace.

En este sentido, se hace hincapié en la felicidad en gerundio, lo que implica conectar de manera plena con el presente, es decir “estamos siendo felices” con lo que nos sucede.

El periodista Sergio Sinay ha manifestado “Si hemos sido o no felices, se sabrá al cierre de nuestra vida. Mientras tanto somos gerundios, no somos, sino que estamos siendo felices cuando percibimos la felicidad".

Pensar en alcanzar la felicidad como meta, puede ser una utopía, no habría una sola manera de ser feliz o imaginarla como algo perfecto exenta de tristeza y dolor.

Por ello, la propuesta es empezar a descubrir (sacar el velo) que vivimos rodeados de momentos de plenitud, donde el corazón está contento y eso es gracias a felicidades “en plural” como un continuo, no como algo único y estático. 

Una forma de desarrollar hábitos de felicidad, podría ser reconectarnos con la sabiduría de los pueblos originarios que nos deja como legado la filosofía del “buen vivir”, la vida en plenitud, armonía de las personas, armonía social con la comunidad y entre comunidades, la armonía con la naturaleza.

Un estudio de la Universidad de Harvard manifiesta que la generosidad y el altruismo activa las regiones cerebrales que provocan placer, y hace que mejoren las relaciones personales e, incluso, incrementa los niveles de bienestar en todos los ámbitos de la vida. Se trata de una de las investigaciones más duraderas y complejas ya que lleva casi 80 años de estudio. En ella se tomó una muestra de más de 700 personas, cada dos años contactaban a los participantes para averiguar cuestiones sobre su salud mental y física a partir de entrevistas, exámenes médicos, pruebas de sangre y escaneos cerebrales. La respuesta de los psiquiatras tras la extensa investigación fue contundente: las buenas relaciones hacen a las personas más felices y saludables.