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Sistema de Salud y perspectiva de género

29/MAR/2021 / El modo en que se piensan los sistemas entrama los modos en que se comportan sus participantes. También involucra lo que se espera de esas organizaciones y construye su prospectiva. Si se piensa un sistema de salud salutogénico, la perspectiva de género será la dimensión ineludible para arribar a su misión prioritaria: promover, prevenir y atender la salud integral de las personas.

La perspectiva de género  brinda a las organizaciones humanas  la dimensión de equidad y de dignidad del que estuvieron privados  algunos sectores histórica y patriarcalmente.

¿Cómo ingresar al sistema de salud siendo mujeres?

La accesibilidad al sistema de salud está determinada por las oportunidades de clases al que la persona pertenece. Los ingresos, las distancias,  la educación, otros factores que en definitiva estuvieron facilitados o privados, determinan el ingreso a la consulta.

Son las mujeres quienes con mayor frecuencia se encuentran  en situaciones en que los turnos entregados a tempranas horas, haciendo largas filas, llevando consigo a sus hijes a las consultas o dejándolos al indispensable cuidado de otras personas, atraviesan la ardua dimensión de la accesibilidad.

Las mujeres que ingresan a la consulta atravesaron una serie de demandas y de afecciones y de mandatos que involucra además la programación  cultural de roles de género, incluyendo en esta dimensión la violencia institucional cuando lo anterior está invisibilizado.

¿Cómo responde el personal del sistema de salud si la consulta involucra situaciones de violencias?

El Sistema de Salud tiene la urgente responsabilidad de contener la consulta evitando revictimizar. Es prioritario sostener y contener a la consultante, resguardar la confidencialidad y además brindar  información sobre el rol del profesional de la salud. Acompañar la primera necesidad que  se presenta en la consulta y gestionar un clima emocional que habilite los espacios de resguardos en el seguimiento.

Riesgos de representaciones desproveídas de perspectivas de género.

La configuración del sistema de salud no escapa a la lógica hegemónica que pobremente se interroga acerca de las prácticas intrusivas modeladas  de tal modo que las mujeres se invisibilizan en sus derechos y en sus oportunidades.  La lógica de poderes hegemónicos decide qué se cura, qué se sana, qué se previene, a quiénes, cómo, para quienes.

El ingreso y permanencia en el sistema de Salud puede ser revictimizador y no todas las mujeres son víctimas.

Hay mujeres que no pueden salir de espacios violentos o se encuentran  con limitadas oportunidades de acceso al sistema de Salud pero que cuentan con fortalezas contextuales. Preguntar si han accedido a otras herramientas del sistema y orientar los procedimientos es una responsabilidad de les profesionales del Sistema de Salud. Colaborar y conectar a las mujeres  con los espacios amigables dentro del sistema de Salud y del sistema judicial.

Narrativas de acceso

El Sistema de Salud también es un colaborador para activar esas oportunidades desde sus propias narrativas y dedicación.

Las mujeres y disidencias  presentan una situación particular en el sistema sanitario, donde el derecho a la salud integral es “naturalmente” vulnerado.  Las narrativas sobre los cuerpos de las mujeres y disidencias se heteronormatizan cada vez que la pregunta se ausenta y los supuestos se convierten en actuaciones despersonalizantes.

La interrupción del  circuito mantenedor de síntomas, de cuerpos controlados, encorsetados, y anestesiados por la medicalización insistente y violenta,  supone un cambio epistémico y paradigmático. Cuando la perspectiva de género se cuela en los intersticios del sistema de salud un cambio de segundo orden se expresa en equidades y derechos.

El derecho de las mujeres a gozar de salud integral es un derecho humano. Responde a determinantes biopsicosociales, ambientales, económicos expresados en escenarios diversos.

El sistema de salud está obligado con la totalidad de  sus profesionales, técniques, personas de maestranza, prestadores y secretaries, a reflexionar y capacitar/se para deconstruir, desnaturalizar y visibilizar discursos que confunden mujer con maternidad, vejez con abuelazgo, salud con patologías, mujeres con histeria, madres con “las culpables”, sobreocupadas con demandantes, tenaces vulnerabilizadas con hinchas, mujeres vulneradas con cómodas y planeras.

¿Cómo armar nuevas narrativas?

  • Repensar constructos ansiógenos, alienantes y anestésicos para que la progresiva patologización de la salud, su respectiva medicalización de los comportamientos y cuerpos de las mujeres se liberen en nuevas formas de ser tratadas, acompañadas y participadas. Pensar.
  • Manifestar. Evitar  “acallar” con prontas pastillas para diagnósticos estancos, los cuerpos y sus resonancias. Comprender los cuerpos que  claman derechos también con los síntomas para ejercer las propias dignidades y deseos. Manifestar.
  • Escuchar. Las narrativas liberadas del problema las engendran ellas, como la vida misma. Empatizar.
  • Habilitar los placeres, los poderes. Las mujeres aprendemos a expresarnos y a “ser mujeres “ dentro de estructuras  sociales dirigidas hacia el control y el sometimiento de los cuerpos, y de las ideas, y de las prácticas. Habilitar.
  • Desnaturalizar el poder médico hegemónico engendrado en una sociedad androcéntrica, patriarcal, racista y heteronormativa que se jacta entre bambalinas de un equilibrio homeostático y por lo tanto sintomático y patologizante.
  • Visibilizar. Nuestra biología está impregnada del sistema político y económico en el que se insertan los contextos y comunidades.
  • Las buenas prácticas profesionales , así como las prácticas socio sanitarias deberán contemplar y articular las categoría de género y salud integral.
  • Numerosas son las violencias que el sistema de salud  ejerce cuando evita poner en relevancia la participación de las mujeres receptoras de los servicios de salud con plena voz en los ámbitos de decisión y de políticas de salud integral, que promueva derechos a las saludes.
  • Gestionar espacios de reflexión crítica desde la formación universitaria. Involucrar a les estudiantes y docentes con cada incumbencia profesional y los alcances del título.

¿Cómo es ser mujer y ser profesional de la Salud?

  • Es estar expuesta a violencias institucionales.
  • Es pensar numerosas veces cada derivación cuando la consulta involucra violencias.
  • Es rastrear con limitadas huellas o indicadores los espacios amigables que contengan las problemáticas complejas.
  • Es superar el desaliento que provoca el apresurado diagnóstico que encorseta los cuerpos de las mujeres y las ubica como propios victimarios cuando duele, y si duele crónico, peor aún.
  • Es fracasar una y otra vez en el manifiesto de la integralidad de la persona situada en su contexto y las implicancias en la salud sistémica.
  • Es una oportunidad para sortear lógicas hegemónicas sin perder la perspectiva colaborativa.
  • Es un desafío para que la empatía sea el testimonio desde primer encuentro y sus consecuencias en el seguimiento de nuevos encuentros.
  • Es lidiar con la decepción de advertir que en numerosas prácticas, la Salud Mental se define por fuera de la salud integral.
  • Es interpelar la interdisciplina como práctica colaborativa necesaria para el logro de la salud integral con perspectiva de género.
  • Es una tarea que requiere reflexión y autocrítica constantes, así como deconstrucciones y nuevas construcciones.
  • Es gritar que la escucha y la empatía no es cosa de mujeres aunque sea cosa de mujeres.

Autor: Dra. Marcela Elizalde, psicóloga esp. en Terapia Familiar, Directora Carrera de Psicología de la UM, Vicedecana de la FCS UM

Sistema de Salud y perspectiva de género

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