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¿Qué debemos saber de la artrosis?

24/SEP/2018 / La artrosis es la enfermedad articular o reumatismo más frecuente del ser humano. Su aparición aumenta con la edad y es la causa más frecuente de discapacidad en las personas mayores. Esta enfermedad consiste en una degeneración o desgaste del cartílago que recubre las articulaciones, llegando hasta su fisura y destrucción. Luego el hueso se vuelve más denso, crece por los extremos y se engrosa.

Existen factores de riesgo individuales que favorecen su aparición como la obesidad, relacionada especialmente con la artrosis de rodilla, la herencia, sobre todo en la artrosis de las manos, también trastornos metabólicos y factores de riesgo mecánicos como traumatismos, uso repetitivo articular: sobreuso articular ocupacional o deportivo.

El dolor es el principal síntoma de la artrosis, casi siempre referido con la actividad articular y más rara vez con el reposo, rigidez articular al inicio del movimiento, crujidos, sensación de inestabilidad, aparición de deformidad o agrandamiento articular, limitación articular, acompañado aveces de atrofia muscular o debilidad.

La radiografía se utiliza para el diagnóstico y para determinar el grado de daño estructural. Es accesible, barata y válida. No hay ninguna prueba de laboratorio indicada para el diagnóstico de la artrosis.

La RMN (resonancia magnética nuclear) puede servir de ayuda para descartar patología asosiada (tendones, ligamentos, meniscos, sinovial, discos intervertebrales), sin embargo no se recomienda como prueba sistemática, no se justifica realizar RMN para el diagnóstico de artrosis.

Los objetivos del tratamiento son:

1- educar al paciente sobre la enfermedad y su manejo.

2- controlar el dolor.

3- mejorar la función.

4- reducir la progresión de la enfermedad y sus consecuencias.

El tratamiento no farmacológico (sin medicamentos) constituye la piedra angular del tratamiento

Cuando la actividad física se ve afectada por la artrosis es entonces cuando el ejercicio o actividad física planificada cobran mucha mayor importancia. El ejercicio y la artrosis no sólo pueden coexistir sino que deben hacerlo.

Los pacientes que hacen ejercicio con regularidad tienen menos dolores, más energía, duermen mejor y su función cotidiana mejora.

Las pautas del Colegio Estadunidense de Reumatología recomiendan el ejercicio como uno de los sostenes principales del tratamiento de la artrosis de cadera y rodilla.

Además la inactividad puede empeorar la falta de tolerancia al dolor, la debilidad muscular, la rigidez articular y la falta de equilibrio.

Los ejercicios terapéuticos/de rehabilitación son prescriptos por los profesionales, dirigidos a las articulaciones específicas afectadas y son el primer paso para las personas que han estado inactivas. Los ejercicios recreativos/de ocio pueden variar desde caminar, nadar, hasta correr de manera controlada y segura. Realizar ejercicios recreativos no elimina la necesidad de efectuar ejercicios terapéuticos.Como regla general los ejercicios competitivos/de élite no son recomendables.

A los obesos hay que aconsejarles que pierdan peso para disminuir al mínimo la carga articular. Con el descenso de peso los beneficios son claros: primero van a conseguir mejorar los síntomas, tanto a nivel dolor como movilidad y segundo van a evitar que progrese de una forma rápida.

Es también importante corregir las posturas defectuosas, recomendar el uso de calzado o de plantillas adecuados, el uso del bastón, que se sostiene con la mano contralateral especialmente en artrosis de cadera o de rodilla, si la afección es bilateral muletas o andador.

La Fisioterapia es una herramienta de gran utilidad, la aplicación de calor reduce tanto el dolor como la rigidez, la terapia física y la hidroterapia mantienen la amplitud de movimiento, fortalecen la musculatura y preservan la función.

El tratamiento farmacológico (con medicamentos) en la artrosis es para el alivio de los síntomas. Actualmente no se ha demostrado que algún medicamento prevenga la enfermedad, retrase su avance o revierta los cambios producidos.

El fármaco de elección es el paracetamol, se recomienda un máximo de 3 gr/d, opiaceos leves: tramadol, codeína, dextropropoxifeno se pueden usar solos o asociados al paracetamol.

Cuando no responden al tratamiento no farmacológico ni a los analgésicos se recomienda el uso de un antinflamatorio, como diclofenac, meloxicán, ibuprofeno, naproxeno, ect.. No se ha demostrado que alguno de ellos sea mejor que otro. Si el paciente tiene riesgo de sangrado gastrointestinal o gastritis debe realizar profilaxis adecuada. También se pueden utilizar en tratamiento local como el diclofenac en gel.

Los fármacos llamados modificadores de acción lenta están cuestionados, existe desacuerdo acerca de su uso porque las evidencias de los estudios realizados sobre ellos son diversas e influenciadas por la industria farmacéutica. En este grupo se encuentran :

- El Sulfato de Glucosamina 1500 mg/d, las sales de sulfato sódico pueden aumentar la presión en los pacientes hipertensos, en estos casos se prefieren las sales de sulfato potásico

- El Condroitín Sulfato 800 mg/d, que en asociación con la glucosamina potencia su acción

- La Diacereína  50 a 100 mg/d

– Los Insaponificables de palta y soja 300 mg/d

– El Ácido Hialurónico en inyección intraarticular.

- Los corticoides intraarticulares se usan en situaciones de dolor intenso que no responde a la terapia convencional con importante inflamación o derrame articular.

Los pacientes con dolor refractario, disfunción y evidencias radiográficas significativas deben ser derivados al servicio de traumatología para evaluar la posibilidad de efectuar un tratamiento quirúrgico.

                                                                                                                                                                                           

 

 

 

 

Autor: Méd. Clínica Lidia Porreta de Croceri

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