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¿Qué debemos saber?

02/MAY/2017 / El ASMA es una enfermedad crónica de la vía aérea, la cual se caracteriza por inflamación bronquial, que se expresa clínicamente por síntomas respiratorios.

Las personas que la tienen, presentan una predisposición genética que, frente a desencadenantes ambientales expresan la enfermedad. Dichos desencadenantes varían de persona a persona y pueden ser de diferente naturaleza como por ejemplo polvos, pelos, ácaros, polen, viento, frío o calor, ejercicio, obesidad, rinitis no controlada, risa, llanto, sequedad o humedad ambiental, cloro, infecciones (ya sean virales  o bacterianas), ansiedad, estrés, angustia o reflujo gastroesofágico. Una vez identificados los principales desencadenantes   para cada paciente, evadirlos o controlarlos permite la mejoría clínica.

¿Cuáles son los síntomas?

Muchas personas interpretan sus síntomas bronquiales como “sólo una alergia pasajera”, “gripes o bronquitis frecuentes” y rechazan aceptar que tienen ASMA amparándose en un prejuicio de que los asmáticos son personas con “una grave afección pulmonar” y reconocen que distan mucho de “parecerse a ellos” desconociendo que el ASMA incluye diferentes formas de presentación en cuanto a los síntomas respiratorios (intermitentes o persistentes, estas últimas pueden ser leves o severas), todas ellas se llaman ASMA.

Esta patología, como ya se ha mencionado, puede presentar síntomas en forma permanente o en episodios. La presentación característica es presencia de falta de aire (la misma se puede manifestar en actividad o reposo), silbidos percibidos por otras personas o por uno mismo en cualquier momento del día o de predominio nocturno. La tos puede estar acompañada por los síntomas descriptos anteriormente o presentarse sola como un equivalente de falta de aire. 

Así mismo otra falsa creencia es que “… No puede ser asma ya que nunca tuve síntomas respiratorios…” o “…No puede ser asma porque tuve en la infancia pero ya me curé al comenzar la adolescencia…”.  El asma puede mejorar espontáneamente o tras tratamientos desensibilizantes y volver años más tarde e inclusive debutar a cualquier edad incluyendo en la adultez.

¿Cómo se confirma el diagnóstico de ASMA?

El diagnóstico se realiza de forma clínica, por ello es importante concurrir al neumonólogo cuando se presenten las manifestaciones expuestas con anterioridad. La espirometría junto con el examen físico, los antecedentes personales y familiares, y el interrogatorio, conducirán al diagnóstico. Sin embargo, muchas veces, sobre todo en aquellos casos intermitentes, se requiere un seguimiento del paciente a través del tiempo si hasta el momento no ha sido posible llegar al diagnóstico, realizando estudios complementarios. Además de la espirometria se pueden realizar test de bronco-provocación con ejercicio  o con un irritante específico (como, por ejemplo, Metacolina) para profundizar el estudio del paciente. El pico flujo espiratorio es otro dato valioso que aporta información.

Existen varios mitos respecto al diagnóstico de asma:  “Tengo una o varias espirometrías normales, no puede ser asma”, en realidad una espirometría normal no descarta el diagnóstico; “Una espirometría me salió mal y, por lo tanto, desde entonces sé que tengo asma”, existen diferentes enfermedades en las cuales se pueden observar alteraciones en la prueba (obstrucción) y no necesariamente ser asma; “Nunca me silbó el pecho, si no silba seguro que no es asma”, al respecto hay un dicho que dice “No todo lo que silba es asma y el asma no siempre silba”. 

¿Hay cura?

El asma es una enfermedad crónica por definición y no tiene cura. Sin embargo, se sabe que los cambios inmunológicos y hormonales al fin de la primera infancia (6 años) o adolescencia (12-16 años) pueden, en muchos casos, resolver transitoria o definitivamente la enfermedad.  Así mismo, algunos pacientes, principalmente aquellos con alergias muy puntuales, podrían mejorar con tratamiento desensibilizante realizado por alergistas especializados (llamadas vacunas, por ejemplo, de aplicación semanal o quincenal). De todos modos, el tratamiento del asma actualmente permite llevar adelante una vida normal.

¿Cómo se trata?

El tratamiento comienza con el reconocimiento del diagnóstico, la educación y el auto-conocimiento del paciente, evitando o controlado “mis” principales desencadenantes, anticipando medidas o  tratamientos específicos ante potenciales exposiciones y/o ante síntomas precoces (se requiere entrenamiento para reconocerlos). Además, se debe completar vacunación anti gripal anual y antineumonóccica.

El paciente debe conocer que para el tratamiento del asma existen dos tipos de medicamentos: los “controladores de la enfermedad” de uso regular cuando está indicado y los de “rescate” de uso ocasional ante episodios de broncoespasmos.

Hablemos entonces de los “Controladores”. Estos medicamentos son corticoides inhalados que sirven para disminuir la inflamación a nivel bronquial y de esa forma controlar la enfermedad del paciente asmático y sus síntomas respiratorios. Es necesario aclarar, que los mismos han demostrado eficacia y seguridad, debiendo utilizarse como detalla la indicación del especialista; asegurando en la mayoría de los casos un excelente control de la enfermedad. 

Por otro lado, los medicamentos de rescate son todos aquellos que se aplican ante episodios de síntomas de broncoespasmos generando una rápida relajación del músculo liso bronquial (Salbutamol, Ipratropio) y, de esta forma, aumentan su calibre, generando alivio generalmente rápido de los síntomas respiratorios. 

Para el control del asma además se debe tratar la obesidad, la rinitis y el reflujo gastroesofágico si lo hay ya sea alcalino o ácido

Todo paciente debe conocer “pautas de alarma”, las mismas son: aumento o aparición de tos, falta de aire, silbidos, silbidos nocturnos, intolerancia al ejercicio. Esto es parte del “autocontrol”, por lo cual lo llevará a la consulta de inmediato si no mejora luego de aplicar medicación de rescate (salbutamol) de 2 a 3 puff cada 15 min., durante una hora. Si tras una hora de aplicar rescates aún no siente mejoría, debe dirigirse urgente a la Guardia más cercana de alta complejidad.

La clave del tratamiento es lograr el control total de los síntomas, inserción total del paciente en sus actividades (incluyendo eventualmente deportes de alto rendimiento), mantener al paciente en su mejor valor de espirometria y proteger potenciales riesgos de vida. Muchos pacientes no son adherentes al tratamiento descripto como ocurre en otras enfermedades crónicas, ya sea por, inconstancia, cansancio, “valentía”, desconocimiento, miedo al “acostumbramiento o volverse dependiente a la medicación”, pobre cobertura médica o miedo a efectos adversos, la mayoría de las veces infundados, no adhieren a éstas indicaciones adecuadamente o en forma perseverante sometiéndose a mala calidad de vida, complicaciones de la enfermedad, aumento de requerimiento de corticoides sistémicos por mayor número de reagudizaciones o inclusive riesgo de vida.

Por lo antedicho siempre es importante comprender que éstas medicaciones no producen adicción, en otras palabras, no generan acostumbramiento, y aunque se alcance el control de la enfermedad, encontrándose “normal” los pacientes no deben abandonar la medicación por su propia cuenta, acordando el manejo de la enfermedad con el profesional a cargo.

 

Fuente: Dr. Gonzalo Peralta. Neumonólogo-Clínico de DAMSU

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